Tocar la flauta, desmontar trampas, cocinar alimentos: ¿quién hubiera imaginado que serían capaces de optar voluntariamente por hacer estas cosas? Recientes experi- mentos lo han comprobado.
Imitación consciente Koko es un gorila que vive entre humanos desde su más tierna edad y es famoso por su amor por los gatitos. Pero también hace cosas que para los humanos que conviven con él y lo ven todos los días les parecen normales, aunque observadas por una persona de fuera del entorno, dan mucho que pensar.
A Koko le encanta tocar la flauta y lo hace por imitación y sin que se lo fuerce a ello, simplemente por el placer que le reporta. Por voluntad propia coge el instrumento, se lo lleva a los labios y los frunce de forma precisa para emitir sonidos, además de mantener un control sobre el flujo de aire, un comportamiento muy poco habitual en estos simios. También “tose” por simulación y para ello debe hacer una contracción de la laringe, un movimiento que se consideraba imposible en los gorilas, de acuerdo a los estudios que se habían realizado hasta ahora.
De hecho, en la década de los 30 y los 40, se llevaron a cabo varios experimentos tendientes a enseñar a hablar a estos grandes monos. Se criaba a los pequeños en un ámbito humano y se les intentaba hacer comprender la forma en la que los hombres emitimos determinados sonidos, para luego formar palabras con ellos. Tras años de vanos resultados se sentenció que los gorilas eran incapaces de hablar y que comunicarnos con ellos iba a ser imposible, por lo menos de la forma en la que lo hacemos entre nosotros, mediante el uso de un complejo lenguaje.
Ante las evidencias del comportamiento tan poco habitual de Koko, a quien no se lo ha forzado en ningún momento para que aprenda, los científicos se replantean la situación y se preguntan si sería posible que los simios aprendieran nuestra forma de comunicación mucho antes de lo que nos podíamos imaginar.
Por salvar la vida
En la reserva de la Fundación Dian Fossey (la científica en cuya vida se basa la película “Gorilas en la Niebla”), en las montañas de Ruanda, se han observado unos comportamientos muy particulares entre los gorilas adolescentes que viven allí. En las inmediaciones de su santuario, los furtivos suelen colocar trampas con la intención de cazar pequeños animales como antílopes o gacelas, pero lamentablemente también pueden quedar atrapados los gorilas y eso representa en la mayoría de los casos, una sentencia de muerte para ellos.
Por esa razón una de las tareas de los miembros de la mencionada fundación es buscar dichas trampas y desmontarlas, pera preservar la seguridad del gorila de montaña que se encuentra en peligro “critico” de extinción. Recientemente en una de estas batidas, fue posible fotografiar a una hembra joven que llegó antes que los humanos y en un abrir y cerrar de ojos desmontó una trampa, para luego repetir la “hazaña” con otra que los humanos ni siquiera habían visto. Tanto el hecho de comprobar la habilidad y rapidez con la que procedían a desarmar las trampas, como el hecho de encontrar una que había pasado desapercibida para los científicos, ha dado la pauta de que este comportamiento podría considerarse “habitual” entre estos simios salvajes.
Mejor bien cocido A los chimpancés se los considera muy glotones; son capaces de devorar con rapidez los alimentos ofrecidos, a veces habiendo terminado de comer momentos antes. Por eso, lo de cocinar la comida era una conducta impensable, porque requiere planificación y espera. En una reserva de chimpancés salvajes se procedió a realizar el siguiente experimento: primero se ofrecieron boniatos a los simios, luego se les mostró cómo se cocinaban y se les dio a elegir entre los crudos y los cocidos y ellos optaron por estos últimos. Más adelante se les permitió acceder a la fuente de cocción y ellos pusieron los boniatos a cocinar, aguardaron hasta que estuvieran hechos y luego se los comieron.
También supieron dirimir que un trozo de madera no se hacía “comestible” por efecto del fuego y lo desecharon. Para comprobar si eran capaces de planificar la cocción de su comida, colocaron los boniatos muy lejos de la fuente de calor y verificaron que los chimpancés ”recolectaban” los boniatos y los traían a cocinar, esperaban el tiempo que hiciera falta y luego se los devoraban con fruición.
Da para pensar… Si bien las actividades de Koko se deben a la imitación por convivencia, esta es consciente y no forzada, lo cual lleva a pensar que los gorilas tienen muchas menos “limitaciones” de las que se pensaba hasta ahora. El comportamiento en libertad desmontando trampas, nos induce a reflexionar acerca de la tan mentada “inteligencia” de los animales. En el mismo sentido apuntan los experimentos realizados con los chimpancés y la comida.
Ha pasado mucha agua bajo el puente tras el experimento del “reflejo condicionado” de Iván Pavlov, por lo que ya no es fácil ser tan tajantes a la hora de que los humanos nos autoproclamemos como los únicos seres con capacidad de aprendizaje y perfeccionamiento de habilidades del planeta.
Fuente: http://www.ecoticias.com/
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