La primera generación que se ha criado con el teléfono inteligente o dispositivos portátiles parecidos, y que ha estado relacionándose de manera profusa con la gente a través de mensajes en las redes sociales, quizá esté perdiendo capacidad de leer emociones en los rostros. (Imagen: Amazings / NCYT / JMC) |
La primera generación que se ha criado con el teléfono inteligente o dispositivos portátiles parecidos, y que ha estado relacionándose de manera profusa con la gente a través de mensajes en las redes sociales, ha desarrollado habilidades sociales con una notable proyección en el ciberespacio. Pero quizá el precio personal que estén pagando estos jóvenes pioneros por ese dominio casi nativo de las relaciones sociales vía sistemas de mensajería como WhatsApp o el uso de redes sociales, sea un peor dominio de la habilidad ancestral de leer emociones en los rostros de personas. Por lo menos, así lo sugieren los resultados de una investigación reciente.
Las habilidades sociales de estos jóvenes en el contacto cara a cara podrían estar en declive al dedicar menos tiempo y atención a relacionarse en persona con la gente debido a lo muy ocupados que están relacionándose a distancia por vía digital.
El equipo de la psicóloga Patricia Greenfield, de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), Estados Unidos, ha comprobado que unos adolescentes que estuvieron cinco días sin ni siquiera mirar el teléfono inteligente, la televisión u otras pantallas digitales, mejoraron en la lectura de las emociones humanas mucho más de lo que consiguieron hacer otros del mismo curso y la misma escuela, quienes continuaron pasando bastantes horas cada día con la vista pegada a sus aparatos electrónicos, en el marco de actividades sociales a distancia.
En los experimentos, los sujetos del estudio miraban fotos y se comprobaba su habilidad en el reconocimiento de las emociones de aquellos que se mostraban en ellas.
Al principio y al final del estudio, ambos grupos fueron evaluados en cuanto a su habilidad de reconocer las emociones de otras personas en fotos y videos. El equipo de Greenfield les mostró a estos adolescentes 48 fotografías de caras que estaban contentas, tristes o asustadas, y se les pidió que identificaran sus sentimientos.
También miraron videos de actores interactuando entre sí, y se les solicitó que describieran las emociones de los personajes. En una escena, unos estudiantes realizan un examen y lo entregan a su profesor; uno de los estudiantes se halla confiado y entusiasmado, mientras que el otro se muestra preocupado. En otra escena, un estudiante se entristece después de ser excluido de una conversación.
Los adolescentes que pasaron los cinco días sin usar su smartphone ni dispositivos comparables mejoraron de forma notable en su habilidad de leer las emociones en los rostros y otros signos no verbales relacionados, algo que no sucedió con los adolescentes que continuaron usando sus aparatos.
Los investigadores registraron cuántos errores cometían los estudiantes cuando intentaban identificar las emociones en las fotos y los videos. Cuando analizaron fotos, por ejemplo, los jóvenes que estaban “desconectados” del medio digital cometieron en promedio 9,41 errores al final del estudio, un descenso importante desde los 14,02 que cometieron al principio. Los estudiantes que siguieron “conectados” registraron un cambio notablemente menor. Para los videos, los estudiantes que estaban desconectados mejoraron de forma significativa, mientras que las puntuaciones de los estudiantes que siguieron “conectados” no mostraron ningún cambio.
Los resultados se aplicaban tanto a chicos como a chicas.
No es factible aprender las señales emocionales no verbales en una pantalla con una eficacia tan buena como la que tiene hacerlo en persona, cara a cara, tal como argumenta Yalda Uhls, coautora del estudio, quien también subraya que no practicar lo suficiente la comunicación personal directa, puede hacer que se “atrofie” un importante conjunto de habilidades sociales del individuo.
En un día laboral cotidiano, los adolescentes investigados en el estudio solían pasar un promedio de cuatro horas y media viendo la televisión, jugando con videojuegos y usando de otros modos sus teléfonos inteligentes o dispositivos comparables.
La conclusión que se puede extraer de los resultados de la investigación es que la gente necesita más interacción personal directa, y que incluso dedicando todo el tiempo de actividad digital a relacionarse con otras personas, esa experiencia no puede suplir a la que proporciona el contacto en persona, cara a cara, con la gente, sobre todo en lo referido a la habilidad ancestral para captar emociones en los rostros y leer las señales de comunicación no verbales en la conducta de nuestros semejantes. (NCYT)
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