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Akanksha Prakash mostrando fotos de rostros para androides a un participante en el experimento. (Foto: Georgia Tech) |
En un nuevo estudio efectuado por el equipo de la psicóloga Akanksha Prakash, del Instituto Tecnológico de Georgia (Georgia Tech), ubicado en la ciudad estadounidense de Atlanta, se ha comprobado que las personas mayores y las personas jóvenes tienen preferencias diversas respecto a cómo desearían ellos que fuera la apariencia de un robot destinado a cuidar personas. Y esas preferencias cambian incluso dependiendo de las tareas concretas de asistencia personal que realicen tales robots.
En los experimentos, se mostró a los participantes una serie de fotos que representaban rostros de tres tipos: Uno del todo humanizado (que podría pasar por la cara de una persona real), otro claramente robótico, y otro intermedio (comparable al de un maniquí en el escaparate de una tienda de ropa), y se les pidió que seleccionaran aquella cara con la cual se sentirían más confortables poseyéndola un robot que tuviera que darles asistencia personal.
En el estudio, la mayoría de los adultos en edad universitaria típica, prefirieron una apariencia robótica, aunque también estuvieron abiertos a las otras apariencias.
Sin embargo, cerca del 60 por ciento de las personas de edad avanzada dijeron desear un robot con una cara humana, y solo el 6 por ciento escogieron una apariencia intermedia entre un rostro humano y otro claramente robótico.
Pero las preferencias en ambos grupos de edad cambiaron bastante cuando se explicó a los participantes de qué labores específicas de asistencia personal se ocuparían los robots, dentro de áreas de actividad como los quehaceres domésticos, las interacciones sociales o para ayudar a tomar decisiones a la persona.
El equipo de Prakash encontró que los participantes, tanto jóvenes como mayores, atribuían rasgos emocionales al robot basándose en su cara, lo cual determinaba en qué grado se sentían confortables al interactuar con ese robot.
El equipo de Prakash encontró que los participantes, tanto jóvenes como mayores, atribuían rasgos emocionales al robot basándose en su cara, lo cual determinaba en qué grado se sentían confortables al interactuar con ese robot.
Como resultado, las preferencias por la apariencia de los robots variaron dependiendo de las tareas a realizar por estos.
Las preferencias fueron menos acentuadas para las labores de ayuda en quehaceres domésticos, aunque la mayoría de participantes, mayores y jóvenes, escogieron un robot con cara robótica.
En cambio, en las tareas de asesoramiento para tomar decisiones importantes, tales como aconsejar al humano sobre dónde invertir dinero, los participantes jóvenes tendían a seleccionar una apariencia intermedia entre rostro humano y rostro radicalmente robótico. Una cara radicalmente robótica fue la opción menos común en este caso. Las personas mayores solían escoger un rostro humano.
Las preferencias fueron menos acentuadas para las labores de ayuda en quehaceres domésticos, aunque la mayoría de participantes, mayores y jóvenes, escogieron un robot con cara robótica.
En cambio, en las tareas de asesoramiento para tomar decisiones importantes, tales como aconsejar al humano sobre dónde invertir dinero, los participantes jóvenes tendían a seleccionar una apariencia intermedia entre rostro humano y rostro radicalmente robótico. Una cara radicalmente robótica fue la opción menos común en este caso. Las personas mayores solían escoger un rostro humano.
Quienes seleccionaron una cara intermedia entre una humana y otra abiertamente robótica, percibieron al robot como más inteligente, astuto o juicioso que uno con un rostro robótico.
La inteligencia aparente percibida fue un importante criterio de evaluación a la hora de decidir sobre el aspecto del robot destinado a ayudar a tomar decisiones importantes a un humano.
Las tareas de cuidado personal tales como bañar a la persona, provocaron la más acentuada divergencia de preferencias sobre el rostro del robot entre ambos grupos de edad.
Quienes escogieron una cara humana lo hicieron porque asociaron al robot así "decorado" con capacidades de cuidado similares a las de un ser humano capacitado para la labor y merecedor de confianza, como por ejemplo una enfermera.
Muchas otras personas rechazaron rostros humanos o semihumanos para un robot que tuviera que ocuparse de bañarles, debido a la naturaleza privada de la tarea.
En cuanto a la ayuda del robot en interacciones sociales, ambos grupos de edad prefirieron que el androide tuviera una cara del todo humana. NCYT
La inteligencia aparente percibida fue un importante criterio de evaluación a la hora de decidir sobre el aspecto del robot destinado a ayudar a tomar decisiones importantes a un humano.
Las tareas de cuidado personal tales como bañar a la persona, provocaron la más acentuada divergencia de preferencias sobre el rostro del robot entre ambos grupos de edad.
Quienes escogieron una cara humana lo hicieron porque asociaron al robot así "decorado" con capacidades de cuidado similares a las de un ser humano capacitado para la labor y merecedor de confianza, como por ejemplo una enfermera.
Muchas otras personas rechazaron rostros humanos o semihumanos para un robot que tuviera que ocuparse de bañarles, debido a la naturaleza privada de la tarea.
En cuanto a la ayuda del robot en interacciones sociales, ambos grupos de edad prefirieron que el androide tuviera una cara del todo humana. NCYT
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