Dicen que la decisión la tomó en soledad, casi de manera inconsulta y en caliente, luego de escuchar a la Presidenta. Que fue un impulso similar a aquel que lo llevó a rechazar el Subte luego que la ministra Nilda Garré anunciara el retiro de la Policía Federal.
Acaso sea una manera de los cuadros más políticos del PRO de justificar un movimiento que sin duda abre enormes interrogantes. La decisión de Macri de rechazar una ley votada por mas de los dos tercios de cada cámara, con el lugar común de llamar al Congreso “escribanía del kirchnerismo”, lastima gravemente su imagen de hombre de Estado.
Si se desconoce la validez de una ley por el simple hecho que resulta contraria a los propios intereses ¿Desde qué lugar luego se puede exigir respeto por las instituciones?
Macri actuó acaso pensando más como jefe de Gobierno que como presidenciable. Seguramente miró su presupuesto y evaluó que no estaba en condiciones de hacer las obras y mejoras que el servicio de Subte necesita. Pero la Argentina es un país de eterna frazada corta y se supone que quien aspira al Sillón de Rivadavia es un experto en lidiar con problemas sin solución, en administrar esta crisis permanente que los argentinos viven como cotidianeidad.
¿Si no puede con la administración de un Subte una Ciudad que tienen un presupuesto de 32 mil millones, qué queda, por ejemplo, para el municipio de San Martín que tiene un tercio de sus habitantes sin cloacas?
El argumento que la Nación no le gira los fondos necesarios tampoco es un argumento ¿Qué tendría que decir sino Scioli que desde el primero de enero de cada año empieza 11 mil millones abajo? Y tampoco se los mandan, ni en tiempo ni en forma.
Por otro lado, Macri tampoco se privó de criticar a los radicales por votar el traspaso. De hecho, una de las cosas que más lo enojaron fueron las críticas de los diputados radicales que ayer tuvieron que soportar Michetti y Pinedo.
Fue como pegarse un tiro en los pies. En el PRO saben que la única estructura política nacional que podrán alquilar -en parte- para el 2015 es el radicalismo. El peronismo opositor no existe mas y el peronismo irá con Cristina, Scioli o Massa, según quien sea el candidato. Y si hay una sorpresa por esos imponderables de la política, el candidato del PJ seguramente será algún otro gobernador peronista.
Macri desperdició además una oportunidad de oro de exhibir a todo el país como se gestiona correctamente un área de enorme impacto en la vida cotidiana de la gente y en la que el kirchnerismo hace agua por todos los costados. Hasta desde el cálculo político suena más rentable aceptar el Subte, redireccionar gastos superfluos –que en el gobierno porteño hay de sobra- y brindar un servicio más eficiente y confortable.
Se supone que Macri es un gestionador, un ingeniero habituado a lidiar con problemas de presupuestos cortos y obras complejas. Imagen de hacedor que hoy naufragó. Macri es Macri cuando arregla el Teatro Colón, una empresa en la que fracasaron todos su antecesores. No cuando busca excusar para eludir los desafíos de la gestión.
Hoy proyectó una pésima señal para un presidenciable: la realidad le presentó un problema que le pareció demasiado grande y eligió hacerse a un lado. No hay problemas demasiado grandes cuando el objetivo es la Presidencia. Todos los problemas y sobre todo los que no tienen solución, deben afrontarse.
Ni siquiera le quedó la coartada de la provocación. Cristina en la conferencia de prensa previa apareció casi conciliadora –en términos kirchneristas- después del resonante triunfo parlamentario de ayer: le ofreció mantener la policía en el Subte por otros tres meses y subsidiarle la mitad de las apenas 33 líneas de colectivos que se traspasarán a la Ciudad. Macri tuvo ahí la bandeja de plata para volver sobre sus pasos y aceptar lo que había rechazado, sin aparecer claudicando.
Eligió sin embargo reiterar los mismos argumentos del primer rechazo, olvidando acaso que si hay gente desencantada con el gobierno nacional, con su actitud él les soltó la mano y los dejó a la deriva. Cuando debía abrazarlos, los abandonó. No es eso lo que se espera de un líder político.
En el gobierno porteño sostienen que las encuestas apoyan la decisión tomada, pero aclaran “por ahora”. De cualquier manera, lo que está en discusión es mucho más profundo que una encuesta, es como se para Macri frente a los desafíos de un país como la Argentina, que imagen proyecta a todas las provincias y como se relaciona con el resto del sistema político.
La decisión de hoy, lo dejó objetivamente aislado y acaso exhibió rasgos que debería cuidar como nadie: la imagen de un niño impulsivo que devuelve, tira o se lleva la pelota, cuando el juego no sale según su parecer.
Es notable que haya caído en este comportamiento, ya que en estos años trabajó muy bien la cultura comunicacional del consenso, del trabajo por los temas que le importan a la gente, la gestión, los hechos, la modernidad. Y es eso lo que se pierde con su decisión de esta tarde.
Al punto que suenan casi como un mal chiste los afiches que en este mismo momento el gobierno de la Ciudad tiene desplegados en los refugios de colectivos, esos en los que con el amarillo del PRO se promociona la Línea H y se habla de un Subte que “avanza” ¿Cómo explicar que hay dinero para hacer una línea nueva y no para gestionar las que están? ¿Cómo conciliar la idea de un gobernante que aumenta el boleto y hace las obras, pero dice que no puede asumir la conducción del servicio? ¿Para qué entonces tiene la Ciudad un organismo que se llama Sbase y tiene por misión “administrar” la red de subterráneos? El discurso de Macri rechazando lo que en gran medida ya administra vulnera entonces el sentido común y acaso eso debería haber servido de indicio para repensar la decisión.
No hay comentarios :
Publicar un comentario