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jueves, 3 de septiembre de 2015

Promedio: Cada argentino desperdicia 38 kilos de comida al año

Un millón y medio de toneladas de comida son desperdiciadas anualmente en nuestro país (38 kilos por persona). Aproximadamente un tercio de toda la comida en el mundo se desperdicia, según un informe. En USA, ese número es incluso más alto, con casi el 40 por ciento de toda la comida acabando en la basura, lo que lo convierte, en cuanto a alimentación, en uno de los países más derrochadores del mundo.

(Urgente24) - Desechar comida comestible pero que ya no es tan apetitosa como sería lo ideal es una práctica muy extendida. Aproximadamente un tercio de toda la comida en el mundo se desperdicia, según un informe. En USA, ese número es incluso más alto, con casi el 40 por ciento de toda la comida acabando en la basura, lo que lo convierte, en cuanto a alimentación, en uno de los países más derrochadores del mundo.

Si nos ofrecen una banana tan madura que ya está amarronado en vez de blanco, seguramente no nos apetecerá comerlo y lo rechazaremos. Mucha fruta y verdura acaba en la basura por este mismo motivo. En cambio, si en vez del plátano amarronado u otras piezas de fruta y verdura igualmente maduras en exceso, nos ofrecen un helado de plátano en un caluroso día de verano, seguro que lo encontraremos mucho más apetitoso.

Fue esta simple observación lo que inspiró un nuevo modelo para recuperar alimentos vegetales que de otro modo serían tirados a la basura, y reelaborarlos para alimentar a personas, generar ingresos e incluso crear empleos.

Los supermercados, donde los productos frescos se sacan rutinariamente de las estanterías cuando su apariencia deja de ser vistosa, son una fuente principal de desperdicios de comida. Fue aquí que el equipo de Jonathan Deutsch, de la Universidad Drexel en Filadelfia, Pensilvania, USA, eligió centrarse en evitar la pérdida de alimentos y canalizarlos en formas nuevas y eficientes de aprovechar esta comida.

Los investigadores recogieron miles de kilogramos de frutas y verduras magulladas o deformes de los supermercados de la zona y desarrollaron productos y recetas en el laboratorio alimentario de la citada universidad para darles un mejor uso. Estos productos nuevos y más atractivos pudieron entonces ser servidos o vendidos, evitando que la comida original acabase en los vertederos y creando un sistema alimentario más sostenible tanto económicamente como en cuanto al uso de recursos naturales.

Miembros del equipo de investigación y desarrollo transformando frutas y verduras dañadas en productos más apetitosos en el laboratorio de alimentos de la Universidad Drexel. (Foto: Drexel University)

Por ejemplo, si tomamos esos plátanos amarronados, los pelamos, los congelamos y los procesamos para crear helado, que es mucho más atractivo, entonces esos productos pueden regresar a la tienda de comestibles, donde podrían ser vendidos por casi el doble de su precio.

En una evaluación de solo un mes del programa, los investigadores comprobaron que se recogieron unas 16 toneladas (35.000 libras) de alimentos sobrantes procedentes de 11 supermercados de la zona. Si estos productos sobrantes se compraban por un precio reducido de 0,25 dólares por libra, y se procesaban en productos alimenticios de valor añadido, podían entonces ser revendidos al mismo supermercado u otras tiendas locales por 2 dólares la libra. Dichos productos podían entonces ser vendidos al público al doble de ese precio, estiman los investigadores, generando más de 90.000 dólares mensuales de ingresos brutos, suficientes para sostener a varios empleados con un salario familiar.

Desperdicios en la Argentina
En la Argentina cada año se desperdician 38 kilos de comida por persona. Es un millón y medio de toneladas de alimentos en condiciones de reutilizarse que se despilfarran por motivos como la falta de planificación de las compras, la mala conservación o, simplemente, el desconocimiento.

"Este derroche es un fenómeno propio de las etapas más avanzadas de la cadena de suministro, como la comercialización final y el consumo, y está básicamente ligado al comportamiento de las personas. Organizar inadecuadamente las compras y no consumir los alimentos antes de su fecha de caducidad favorece un desperdicio de alimentos evitable. Es decir que, en un alto porcentaje, es un problema cultural", señaló ayer Marcela Leal, directora de la carrera de nutrición de la Universidad Maimónides, durante la primera jornada de la Segunda Cumbre de Alimentos.

El pan y los cereales, las frutas y las verduras, y los lácteos son, en ese orden, los principales grupos de alimentos que van a parar a la basura.

En el caso de los yogures y la leche, por ejemplo, porque quedaron detrás de otros productos en la heladera y se vencieron, y las frutas y las verduras porque empiezan a mostrar signos de oxidación y el aspecto no es el mismo que recién compradas. "Esto es especialmente preocupante porque en el país no llegamos a consumir apenas 200 gramos de frutas y verduras por día de los 400 gramos recomendados. Y ambos alimentos son una fuente muy importante de vitaminas y minerales que no obtenemos de otras fuentes", agregó Leal. También se tiran el arroz, las legumbres, las carnes, las comidas preparadas o precocidas y los embutidos, de acuerdo con los datos presentados.

Un relevamiento del área de nutrición del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación que se presentó ayer ante los 3000 asistentes a la cumbre que organiza la Oficina de Alimentos de la Provincia de Buenos Aires, da cuenta de que en el mundo se desperdician cada año 1300 millones de toneladas de comida, lo que equivale al 30% de los alimentos producidos en el mismo período. En América latina, el desperdicio equivale al 15% de los alimentos que se producen en la región o el 6% del derroche mundial. "En la Argentina, desperdiciamos un poquito menos, un 12,5% de la producción agroalimentaria anual", señaló Cecilia Moreno, especialista en nutrición del ministerio."Deberíamos empezar a pensar en renovar los sistemas alimentarios desde una perspectiva más solidaria y valorar más los alimentos", agregó.

La Argentina se ubicaría en la mitad de una escala imaginaria de derroche con sus 38 kilos de alimentos por persona por año que registra la Organización para las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por su sigla en inglés), ya que este derroche se trata de un fenómeno mundial y varía ampliamente. Mientras que en USA se tiran unos 115 kilos de comida por año por habitante, en el sudeste asiático se desaprovechan alrededor de 11 kilos por persona.

Un relevamiento de la Confederación Española de Cooperativas de Consumidores que se presentó ayer también da cuenta de que el almuerzo es la comida en la que se tiran más alimentos que podrían reutilizarse. En la mayoría de los casos, no se trata de un producto que quedó a medio consumir, sino directamente que ni siguiera se probó. Esto representa el 86,4% de los desperdicios en una comida, de acuerdo con la encuesta, en la que se seleccionaron 413 hogares y se obtuvo información de las conductas alimentarias de una semana. Le siguen el deterioro en el aspecto, como en las frutas y las verduras, y, sobre todo en el hogar, el olvido.

"Cuando guardamos los alimentos, hay que poner adelante los que tienen una fecha de vencimiento más próxima o que están más maduros -recomendó Leal-. Además, si nos parece que no lo vamos a consumir porque es del día anterior y está en buen estado, lo podemos reutilizar. Con el pan duro podemos hacer pan rallado o algún postre, mientras que con las frutas podemos preparar una compota o mermeladas."

"Los 750.000 millones de dólares que cada año se pierden en el mundo en desperdicios son apenas la punta del iceberg. Debajo están todos los demás costos ocultos, con un alto impacto ambiental, que son el 90% restante del problema. Lo que más se malgasta en el mundo son las verduras, las carnes, las frutas y los cereales", dijo Ricardo Rodríguez, tecnólogo del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y director de la carrera de ingeniería en alimentos de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam). "Falta en el país este tipo de estudios, pero se está comenzando a trabajar", agregó.

A diferencia de la pérdida de alimentos, que Leal definió como "la reducción no intencional en la cantidad o la calidad que sufre un producto comestible en los eslabones iniciales de la cadena alimentaria, asociado al manejo poco eficaz de los recursos disponibles o a una infraestructura deficiente", el desperdicio es "el descarte de productos aptos para consumo humano, sea fresco o industrializado".

De acuerdo con la FAO, se desperdicia un 28% en el consumo, un 28% en la producción, un 22% en el manejo y el almacenamiento de los alimentos, un 17% en el mercado y durante la distribución, y un 6% durante el procesamiento. "El despilfarro de alimentos contribuye a la expansión agrícola hacia zonas silvestres y al aumento de la pesca, que sobreexplota indebidamente los hábitats forestales y marítimos y se traduce en la pérdida de especies", señaló Rodríguez

Comida chatarra
Los alimentos ultraprocesados coparon América Latina y son los culpables de la epidemia de sobrepeso y obesidad, según el informe "Alimentos y bebidas ultraprocesados en América Latina: tendencias, efecto sobre la obesidad e implicaciones para las políticas públicas", presentado ayer por la Organización Panamericana de la Salud OPS/OMS.

El documento en cuestión analiza el consumo desde el año 2000 al 2013 y demuestra que las ventas de dichos alimentos, encabezados por la comida rápida y las bebidas azucaradas, aumentaron un 27,7 % en los 13 países examinados de la región (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, México, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela), mientras que en América del Norte bajaron el 9,8 por ciento. La OPS/OMS informó que "en los países en que las ventas de estos productos fueron mayores, incluyendo en México y Chile, la población tuvo una media de masa corporal mayor". Mientras que "donde fueron menores y las dietas tradicionales prevalecieron -como en Bolivia y Perú- la media de la masa corporal fue menor", consignó Tiempo Argentino.

El informe analizó tanto las ventas al menudeo de los productos en cuestión, como las ventas de comidas rápidas. En el primer caso, se observó que las ventas anuales per cápita de productos ultraprocesados aumentaron en todos los países latinoamericanos excepto Argentina y Venezuela, donde las ventas fluctuaron debido a las crisis económicas. En el 2000, el volumen más alto de ventas se registró en Argentina (194,1 kg), México (164,3 kg) y Chile (125,5 kg). Estas cifras fueron entre dos y cinco veces mayores que las de Uruguay, Bolivia y Perú (40,2 kg). Las ventas en América del Norte fueron mucho mayores, de 337,6 kg en Estados Unidos y 247,9 kg en Canadá.

Las ventas en Argentina fluctuaron entre 181 kg y 212 kg durante el período 2000-2013, pero descendieron bruscamente (19%, de 194,1 kg en el 2000 a 157,9 kg en el 2002) cuando la economía nacional se contrajo el 28 por ciento. En cuanto a la venta de comida rápida, el número per cápita de compras aumentó un 38,9% durante el período de estudio (de 13,6 en 2000 a 18,9 en 2013).

Los registros más altos se presentaron en Bolivia, Colombia, Costa Rica, Chile, Perú y República Dominicana. En la Argentina la situación fue diferente: hubo una caída del 36% (de 19,4 a 12,5) entre 2000 y 2002, durante la crisis financiera. Después, las ventas aumentaron un 23% (de 12,5 a 15,4) entre 2002 y 2013.

"Los productos industrializados no están diseñados para satisfacer las necesidades nutricionales de las personas, sino para que se conserven por mucho tiempo en los estantes y generen deseos incontrolados de consumo", afirmó Enrique Jacoby, asesor sobre Nutrición y Actividad Física de la OPS/OMS. "Llegan a dominar los mecanismos innatos de control del apetito; son casi adictivos y eso lleva a aumentar el sobrepeso y la obesidad, al tiempo que sustituyen los alimentos frescos, que son la base de una dieta natural rica en nutrientes", explicó Jacoby.

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