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miércoles, 2 de septiembre de 2015

Las abejas evolucionan para rechazar una plaga

+Por cambios en su genética, las abejas están comenzando a repeler el ataque de los ácaros Varroa que las amenazaban, transmitiéndoles un virus deformante. Esto se sumaba a los problemas que ya de por sí debe enfrentar este pequeño y útil bichito.

¿Para qué sirven las abejas? La abeja europea común o apis mellifera según su nombre científico, es un insecto artrópodo de la familia de los himenópteros y se lo encuentra en todas partes del mundo. Los seres humanos dependemos de ellas por una infinidad de razones. Al respecto, se le atribuye al célebre científico Albert Einstein una frase premonitoria: “si las abejas desaparecieran, al hombre le quedarían apenas 4 años de existencia”.

Usamos todos y cada uno de los productos que ellas elaboran: la miel está reconocida como uno de los alimentos más completos que existen, además de contar con excelentes propiedades curativas y preventivas. La jalea real, que las abejas fabrican para alimentar a la reina es un poderoso antibiótico natural y se usa en infinidad de medicamentos y en homeopatía. La cera con que construyen los panales es la base para un buen número de cosméticos y cremas.

Pero no solo son útiles por lo que producen sino que son esenciales para la agricultura, la regeneración forestal y la conservación de los espacios verdes, ya que al volar de flor en flor, son los más efectivos polinizadores (trasladan el polen de un sitio a otro fecundando a las plantas) con los que cuenta la Naturaleza.

Por si todo lo anterior fuera poco, las abejas se usan como remedios en sí mismas, ya que el veneno de su aguijón tiene poderosos efectos curativos para las personas que padecen de diferentes tipos de reuma, enfermedades pulmonares y cardiovasculares. La apiterapia se basa en los efectos anti inflamatorios de dicha sustancia.

¿Por qué están desapareciendo? La causa principal por la que la supervivencia de las abejas se encuentra seriamente amenazada, es el hombre. Ya sea de forma directa por sobre explotación o indirecta por efecto del cambio climático, los pesticidas, los monocultivos extensivos, la deforestación, la contaminación y un largo etcétera, los seres humanos estamos acabando con esta especie fundamental para el mantenimiento del delicado equilibrio de nuestro planeta.

Por si la acción humana no fuera suficiente, desde hace varios años se descubrió la existencia de un ácaro (pequeño artrópodo de la familia de los arácnidos) denominado Varroa destructor. Este representa una verdadera plaga para las abejas ya que las afecta de varias formas.

Es un parásito externo o ectoparásito especializado, por lo que únicamente ataca a estos insectos y sus efectos tanto en adultos como en larvas son realmente muy dañinos. Según los estudios realizados, el origen de esta plaga se sitúa en Filipinas, pero se extendió con rapidez por el resto del mundo.

Cuando el Varroa destructor ataca a los adultos lo hace “prendiéndose” al cuerpo de la abeja y succionando el líquido circulatorio (hemolinfa) provocándole una importante pérdida de peso que merma su rendimiento y puede acabar con su vida.

Ese mismo efecto tiene en las larvas, sumado a que les transmite un virus, por lo que si éstas sobreviven (muchas veces mueren por exceso de parasitación) nacen con una deformación en las alas, la varroasis. Si el ataque está dirigido a la reina, ésta puede llegar a morir o a poner huevos infectados por el virus.

La lucha contra el Varroa destructor Los apicultores suelen tomar medidas en cuanto encuentran que sus colonias han sido parasitadas y para ello cuentan con varios fármacos que pueden ser tóxicos, por lo que se deben usar con suma precaución.

El problema es que la mayor cantidad de abejas vive en estado salvaje y es imposible controlar el avance de este tipo de afección. Por ello las mismas abejas se las han ingeniado para combatir la plaga que las estaba diezmando.

Esto se ha comprobado en una población de abejas que se mantiene bajo estudio y control de Ithaca, una ciudad del estado de Nueva York. Gracias a que se cuenta con muestras genéticas desde la década de los 70, se ha hecho un estudio comparativo y se ha comprobado que existen mutaciones adaptativas orientadas a repeler la plaga.

Uno de los efectos que estos cambios genéticos tienen sobre el comportamiento de las abejas, es que las flores afectadas por las plagas o sea el punto de contagio inicial, son rechazadas por las obreras que hacen el trabajo de recolección.

El segundo efecto es que durante el “aciclado”, actividad habitual en los insectos y muy acusada en la apis mellifera, no solo eliminan los parásitos, sino que ahora los destruyen machacándolas con su aparato bucal, evitando la proliferación de la plaga en las colmenas.

En resumen, se espera que ya que una colonia lo ha conseguido, otras también logren desarrollar este tipo de evolución como método de defensa. La diversidad genética será fundamental para que este gran paso evolutivo se extienda al resto de las abejas. (http://www.ecoticias.com/)

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