Hoy se cumplen 8 años del asesinato del periodista armenio Hrant Dink en Turquía.
Dink, quien se convirtió en símbolo póstumo de una lucha que hoy convoca e interpela a turcos y a armenios por igual, fue atacado por Ogün Samast, un joven de 17 años, el 19 de enero de 2007 en Estambul.
Por ese entonces, el periodista era perseguido por el gobierno turco a causa de sus críticas contra quienes negaban el Genocidio Armenio, lo que dio lugar a que se convierta en una de las víctimas del sistema judicial turco, bajo la acusación de haber infringido la norma contenida en el tristemente célebre artículo 301 del Código Penal.
Este dispositivo, perverso instrumento punitivo de disciplinamiento y homogeneización de las diversidades propias de la sociedad turca, prohíbe cualquier tipo de conducta susceptible de “insultar a Turquía, la nación turca, o a las instituciones del gobierno turco”.
Por eso, el periodista e historiador Osvaldo Bayer, quien en reiteradas oportunidades recuerda al periodista armenio, explicó en una entrevista que “la figura de Hrant Dink es realmente la del Rodolfo Walsh armenio”.
Recordemos, entonces, que en su “Carta Abierta de un Escritor a la Junta Militar”, publicada el 24 de marzo de 1977, Rodolfo Walsh inició el balance de los crímenes de la dictadura cívico-militar argentina apuntando, en primer lugar, las heridas que lo tocaban más de cerca.
Dice Walsh que “la censura de prensa, la persecución a intelectuales, el allanamiento de mi casa en el Tigre, el asesinato de amigos queridos y la pérdida de una hija que murió combatiéndolos, son algunos de los hechos que me obligan a esta forma de expresión clandestina después de haber opinado libremente como escritor y periodista durante casi treinta años”. Sólo un día después, Rodolfo Walsh era víctima de los disparos de un grupo de tareas en el cruce de las avenidas San Juan y Entre Ríos.
Perseguido a su vez, y censurado de modo equivalente, Hrant Dink fue asesinado a tiros en la calle, al salir de las oficinas de la redacción de su publicación, el Semanario Agos, en Estambul.
Pero el asesinato de Dink no fue el centro de una investigación policial y judicial tan diligente como lo había sido su constante provocación al gobierno turco al evocar, entre otras, la verdad histórica del Genocidio contra el Pueblo Armenio.
Por el crimen solo fueron condenados Ogün Samast como el ejecutor y Yasin Hayal por haber incitado al asesinato. Sin embargo, existen sólidas bases para sospechar que hubo complicidad de la instituciones del estado turco: una vez arrestado Ogün Samast, se conocieron sugestivas fotos de policías y militares posando sonrientes junto a él sosteniendo una bandera turca.
Los familiares y abogados de Dink acusaron en varias oportunidades a la policía por haber permitido el crimen a pesar de tener información sobre lo que iba a ocurrir, así como también a funcionarios del gobierno que se beneficiaron con la muerte del periodista.
En una sentencia dictada en 2012, un tribunal de Estambul consideró que no hubo ninguna organización terrorista involucrada en el asesinato. Pero en 2013 este fallo fue revocado por la Suprema Corte de Apelaciones. A partir de esa decisión, se volvió a juzgar a los presuntos cómplices del delito.
En medio del divorcio entre el Presidente turco Recep Tayyip Erdogan y el denominado Movimiento Gülen, y contradiciendo el testimonio que ya había brindado en el proceso que lo halló culpable, el asesino Samast hizo una nueva declaración en los tribunales afirmando que existía una conexión entre Yasin Hayal (su instigador) y la policía.
Sin manifestar voluntad alguna de esclarecer las circunstancias del asesinato de Dink, el Primer Ministro turco, Ahmet Davutoglu, marcha junto a Hollande en las calles de París bajo la consigna “Je suis Charlie”.
Mientras tanto, en Turquía se reedita el siempre presente debate sobre la ausencia de libertad de expresión. Un Tribunal prohíbe la divulgación en la web de las caricaturas de la nueva edición de “Charlie Hebdo” y la policía impide la distribución del opositor periódico Cumhuriyet hasta tanto verifica que la publicación no incluye las nuevas caricaturas del semanario satírico.
Por otro lado, en Twitter, uno de los vice primeros ministros del gobierno del AKP en Turquía, Yalcin Akdogan, publicó “Aquellos que desprecian los valores sagrados de los musulmanes publicando dibujos que supuestamente representan a nuestro profeta son claramente culpables de provocación”.
No sorprende, entonces, la vigencia del artículo 301 del Código Penal turco, la cortina de silencio sellada en torno a la red de complicidades policiales y políticas detrás del asesinato de Dink, y la persistente censura a la prensa.
Por eso, en el octavo aniversario del asesinato de Hrant Dink, el Consejo Nacional Armenio honra la memoria del periodista armenio y hace un llamado de atención ante la persistente censura existente en Turquía, que impide la libre circulación de ideas y que se erige como principal obstáculo para la reconciliación de la sociedad turca con la verdad histórica del genocidio sufrido por el pueblo armenio y con la pluralidad de tradiciones políticas, culturales, étnicas y religiosas albergadas en su seno.
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