Hay gente incapaz de vivir sin baños de sol o rayos UVA. Son los tanoréxicos, cuya necesidad de mantener un bronceado perfecto pone en peligro su salud física y mental. Las chicas de la tribu urbana japonesa Ganguro, que significa caras negras, pasean por el barrio de Shibuya de Tokio luciendo una vestimenta transgresora, melenas decoloradas y una piel excesivamente bronceada. Obtienen su exultante tono corporal tomando el sol o frecuentando las cabinas de rayos UVA. Algunas de ellas incluso simulan un bronceado tropical con un spray marrón que tiñe su piel. Según un estudio realizado por Garnier Delial y la Asociación de Ligas Europeas contra el Cáncer, dos tercios de la población española creen que el moreno excesivo está pasado de moda, justo al contrario de lo que las ganguras consideran lo más cool. Y es que ligar bronce va por barrios. A pesar de todo, el 31% de los españoles reconoce que toma el sol entre las 12 del mediodía y las 5 de la tarde, la franja horaria de mayor insolación. Otros países nos ganan en imprudencia. Este es el caso de Alemania, cuyos habitantes son los que más se exponen en la franja horaria mencionada; Noruega, donde sólo el 61% de la población usa protección solar, o Gran Bretaña, que cuenta con cerca de tres millones de personas que visitan frecuentemente los salones de rayos UVA. Y es que, aunque cada vez son más los que toman el sol con precaución, los expertos alertan de que en los últimos años ha habido un aumento alarmante del número de personas obsesionadas por mostrar unbronceado exuberante. Su fijación por los baños de sol puede incluso llegar a ser enfermiza y motivo de trastorno psicológico. Es lo que se conoce como tanorexia, un tipo de dismorfobia –falta de aceptación crónica de la imagen corporal o facial– que afecta sobre todo a mujeres de entre 17 y 35 años. Estas, a pesar de estar morenas, siempre se ven pálidas y muestran una necesidad obsesiva por lograr un tono de piel más oscuro. El término tanorexia fue acuñado por dermatólogos estadounidenses para describir a un grupo de pacientes que acudían a sus clínicas con lesiones cutáneas causadas por los rayos ultravioleta y que, a pesar de ello, continuaban con las exposiciones. En opinión de José Luis Carrasco, Catedrático de Psiquiatría de la Universidad Complutense y Coordinador de la Unidad de Psiquiatría de Enlace y de la Unidad de Trastornos de la Personalidad del Hospital Clínico San Carlos, de Madrid, “se trata de una preocupación exagerada e irracional por tener la piel bronceada hasta límites antiestéticos e incluso peligrosos”. El hecho de no lograr un tono suficientemente oscuro genera en los tanoréxicos angustia y sentimientos de culpa. “Nunca están conformes con su color de piel y muestran ansiedad ante la idea de perder una sesión de bronceado. Si un día está nublado, van a tomar rayos UVA”, explica Aurora Guerra, Jefa de la sección del Servicio de Dermatología del Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid y autora del libro Dermatología Psiquiátrica, de la mente a la piel. Del mismo modo que los anoréxicos nunca se ven lo suficientemente delgados, los tanoréxicos se perciben pálidos aunque no lo estén. Por eso combinan durante todo el año los baños de sol en la playa o la piscina con las sesiones de UVA en solarios. Juan José Tamayo, especialista de Activa Psicología, explica que “se trata de un trastorno psicológico, no de una enfermedad médica, aunque suele estar acompañada de lesiones cutáneas y otras dolencias dermatológicas. Además, con frecuencia la tanorexia se asocia con el trastorno depresivo mayor, la fobia social, el trastorno obsesivo-compulsivo o, en casos más severos, el trastorno delirante de tipo somático. En este último, el afectado muestra la convicción absoluta e incorregible de que tiene una tonalidad de piel muchísimo más clara de lo que es en realidad”. Para algunos tanoréxicos, dejar de recibir su dosis de radiación puede producir síntomas similares a los de la abstinencia de las drogas, según datos de un estudio publicado en 2006 por investigadores del Centro Médico Bautista de la Universidad Wake Forest (EE UU). La razón está clara: los rayos UVA de los solarios desencadenan la producción de endorfinas, unas sustancias químicas cerebrales que producen sensación de euforia y alivian el dolor. “Anteriormente habíamos probado que la luz ultravioleta afecta al estado de ánimo. Ahora hemos demostrado que algunos de los que se broncean demasiado experimentan síndrome de abstinencia cuando las sustancias químicas de bienestar quedan bloqueadas”, aseguró el líder del estudio, Mandeep Kaur, en un artículo publicado en el Journal of the American Academy of Dermatology. Aunque la tanorexia afecta a los dos sexos y pese a que no se ha descrito un perfil psicológico característico, “la razón del predominio en mujeres jóvenes probablemente se encuentre en factores socioculturales relacionados con el modelo de belleza imperante en occidente desde finales del siglo XX. El canon imperante enfatiza el valor de la delgadez y las tallas pequeñas, la proporción y simetría corporales, y el bronceado de la piel, y los identifica con la salud física y el éxito social. Aunque en un primer momento las mujeres fueron las principales destinatarias de este prototipo de belleza, en los últimos años se ha extendido también a los varones”, explica Tamayo. De ahí que cada vez se cuenten más hombres interesados en torrarse al sol. Los que sufren tanorexia no reconocen que sufren un trastorno, por lo que no visitan al dermatólogo o al psicólogo por este motivo. “Generalmente, acuden al primero por alteraciones en la piel causadas por la exposición al sol, como manchas, arrugas o cambios en el tamaño o forma de los lunares”, señala Guerra. Además de causar un envejecimiento dérmico prematuro, el bronceado sin control tiene efectos acumulativos y consecuencias fatales. En los últimos veinte años, la cantidad de melanomas en España se ha multiplicado por diez y, según un estudio de la Academia Española de Dermatología y Venereología, seis de cada diez españoles no saben cuál es su fototipo –la capacidad de la piel para absorber la luz solar–. Por tanto, no usan una protección adecuada, uno de los factores de riesgo fundamentales para la aparición de melanomas. “A edades tempranas hay poca incidencia de cáncer cutáneo. Este aparece sobre todo a partir de los 50 años”, advierte Guerra. Para evitar un aumento del cáncer de piel en los Estados Unidos, la American Medical Association ha recomendado la prohibición del uso de las lámpara de rayos UVA. En España, la Sociedad Española de Dermatología también aconseja evitar su empleo, además de controlar la exposición al sol, no tomarlo entre las 12 y las 17 horas y utilizar un factor de protección adecuado para cada tipo de piel. Tampoco está de más acudir al menos una vez al año al dermatólogo, para que explore la piel y descarte la presencia de lesiones. No hay que olvidar que, cuando el cáncer cutáneo se detecta en las fases iniciales, la probabilidad de curación ronda el 90%. Y hay que tener presente que el sol, tomado con moderación, tiene efectos positivos en nuestro organismo. Entre ellos destaca la producción de serotonina, un neurotransmisor del sistema nervioso que produce una sensación de bienestar y relajación. Además, estimula la producción de vitamina D, básica para mantener los huesos sanos; ayuda a dormir mejor y refuerza el sistema inmunológico. Pero a pesar de todas sus bondades, los expertos insisten en que en un país como España, donde hay muchas horas de luz, no hace falta exponerse de forma directa y continua para obtener estos beneficios. “Está demostrado que el sol mejora nuestro estado de ánimo y la evolución de algunas enfermedades dermatológicas, como la psoriasis, pero tomarlo cinco minutos a la semana en cualquier parte del cuerpo, como la cara, es suficiente para estimular la producción de vitamina D”, comenta Guerra. Para no correr riesgos innecesarios siempre hay que aplicar una protección adecuada al fototipo de la piel y seguir ciertas pautas antes y después de la exposición. Ricardo Ortigosa, del equipo de marketing de Nivea Sun, explica que “conviene aplicar la crema solar antes de salir de casa, aunque utilicemos productos que ofrecen protección inmediata. También es recomendable aplicarla de nuevo cada vez que nos mojamos y nos secamos con la toalla”. Para combatir la sequedad en la piel, después siempre hay que nutrirla generosamente. “Es aconsejable el uso de una loción que nos asegure que la piel recupera su nivel normal de hidratación, para que no quede tirante y reseca. Las lociones para después del sol, con ingredientes como el aloe vera o el aceite de aguacate, calman y refrescan a la vez que hidratan intensamente. Esto asegura el bronceado durante más tiempo”. Cuando tomar el sol se convierte en una obsesión y, por tanto, afecta a la autoestima e interfiere en el funcionamiento social, laboral o personal, hay que acudir a un especialista y combinar la terapia psicológica con el tratamiento dermatológico. En algunos casos, también se recurre a los fármacos. “La intervención psicológica pasa por restringir los comportamientos de exposición a los rayos ultravioleta, corregir la distorsión en la percepción corporal y cuestionar la importancia del aspecto físico en la valoración personal. La frecuencia de las sesiones de terapia depende de las características y gravedad del problema, aunque suele ser semanal, y se puede reducir conforme el paciente mejora”, concluye Tamayo. (fuente Muy Intersante) |
jueves, 24 de enero de 2013
Tanorexia, la obsesión por estar moreno
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