Lo veia como su
sucesor. Parecia
demasiado arriesgado, pero no
para quien habia concretado su
popularidad a fuerza de un
periodismo militante
siempre del lado del poder…
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Bernardo
Neustad lo vaticinó antes que nadie. Preguntado a quién veía como su
sucesor, respondió arrojando su nombre, entonces emblema del periodismo
progresista. Parecía demasiado arriesgado, pero no para el ojo avizor de quien
había concretado su popularidad a fuerza de un periodismo militante siempre del
lado del poder, de las frases falaces y contundentes pero con buen envoltorio
publicitario y un permanente acomodo a las circunstancias. Su sucesor ha
recorrido un largo camino. Ingenioso, aportó un
aire desacartonado al periodismo con la innovación que significó Página 12 que
luego trasladó con rasgos propios a la radio y la televisión. Mezcla de
periodismo con recursos histriónicos, acercó en televisión a una franja de
televidentes jóvenes.
En
la segunda década infame su discurso de la antipolítica sintonizaba con el
desprestigio que el menemismo arrastró a la política, instrumento insustituible
para el cambio de las sociedades. Fue su momento de máximo prestigio. Su ego se
infló y nunca volvería a adelgazar. Sintetizó en su persona al denunciador
impoluto, al fiscal y al juez. El periodista, el que reflejaba lo que pasaba,
era más importante que los protagonistas a los que apostrofaba, disminuyendo su
importancia mientras incrementaba la suya.
Según
sus propias declaraciones, renunció a Página 12 cuando la compró Clarín.
Consideraba en 1994, incompatible su trabajo en los
dominios de Magnetto- Noble. En televisión, decidió dejar su programa en manos
de sus amigos Paenza- Tenembaum- Zlotowiazda. El 20 y 21 de diciembre lo
encontró lejos de la televisión y en el extranjero. Volvió raudo, se peleó con
sus amigos por la titularidad del programa, y transmitió desde el parque
Rivadavia la “revolución de las asambleas.” En aquel clivaje de la historia argentina
con dos mensajes contradictorios, él recogió lo que había predicado: la
antipolítica sintetizado en el “que se vayan todos.”
El
arribo del kirchnerismo y el renacer de la política lo dejó en posición
adelantada. Intentó volver al estrellato con el diario “Crítica” una
remake precaria y mediocre de Página 12 en donde fue cediendo su participación
accionaria a manos de un conocido especialista en vaciamiento de empresas, con
el que se asoció porque necesitaba de sus fondos para continuar, mientras mendigaba
apoyos en la embajada norteamericana como consta en WikiLeaks. Tal vez porque
su fulgor periodístico empalidecía, integró el elenco de una revista porteña,
donde con el pretexto de hacer lo suyo, interpretaba un patético monólogo en un
escenario poco propicio.
Se
fue de “Crítica” meses antes del cierre de la aventura, que dejó una estela de
trabajadores en la calle. Algo parecido había sucedido años antes en su portal
de Internet, a través de la experiencia de Data 54 y su quiebra individual
en la revista XXIII, donde sostiene que fue engañado. Su estrella se apagaba y
anduvo por Canal 26 en un programa donde lucía herbívoro y desmotivado, con un
resultado precario previsible.
Desapareció de los medios locales y realizó algunas experiencias
televisivas internacionales con cierto éxito. Volvió con columnas en el
“periodismo puro” de Perfil y luego en la prensa amarillista e infame del
diario “Libre” de la misma editorial. Ya estaba preparando el terreno para
pegar el salto final hacia su decadencia exitosa.
La
que le permite rating y popularidad a cambio de prestigio. Recuperada su
amistad con Ernesto Tenembaum, del grupo Clarín, lo entrevistó y ahí afirmó que en el
conflicto entre el gobierno y Clarín, con la ley de medios audiovisuales de fondo,
él, fiscal y juez de la década del noventa, no
podía menos que inclinarse, como siempre, por el más débil, que era Clarín. Ya
estaba colocando la alfombra para su pirueta. El multiemprendimiento Clarín
estaba contra las cuerdas y necesitaba un antídoto contra 6-7-8 y Víctor Hugo
Morales.
El
grupo hizo entonces su mejor jugada de los últimos años. Contrató a su
denunciador para Radio Mitre, y conformó un seleccionado de soldados
profesionales para la batalla, mejor preparado para abastecer de argumentos al
público cooptado hasta ahora por Radio 10 y todo lo que sea
antikirchnerismo. Pero eso era sólo la puerta para otro escenario más impactante:
Canal 13. El denunciador precoz de las tropelías del grupo, pasaba a integrar
totalmente sus filas, sin explicaciones y cubriendo la agachada con insultos y
descalificaciones a quienes lo ponían en evidencia. Ponía lo que quedaba de su
antiguo prestigioso defecando definitivamente sobre su trayectoria.
Cuenta
con un público predispuesto a aplaudir sus monólogos fracasados del Maipo, sus
chistes fáciles de estudiante secundario, su reiteración, su inclaudicable
prédica antipolítica, sus denuncias absolutamente en línea con los intereses
del grupo económico contratante. Éste le pone todos sus impresionantes recursos
a su disposición, debilitando incluso uno de sus tesoros que es el
noticiero.
Plagiario
conocido del que pueden dar testimonio Pablo Sirven y los autores del libro “El
hombre del camión” Emilia Delfino y Mario Martín, el escenario y el título del
programa copia al tiempo que ironiza a la productora de 6-7-8. Si la
productora del programa emitido por canal 7, responde a la sigla PPT ( Pensado para Televisión), el programa
del converso es PPT ( Periodismo para Todos). El escenario cuenta con jóvenes
que se ríen de las humoradas, mientras que en los cortes a diferencia de gente
que haga la V de la victoria de 6-7-8, aparece el agresivo fuck-you,
precisamente desde el medio que denuncia la crispación presidencial.
Tiene
motivos el consumado saltimbanqui para estar contento: le sonríe
el rating, y en un rapto de ingenuidad mentiroso, no se explica por qué ahora
tienen repercusiones sus denuncias en los medios hegemónicos a los que sirve, y
consigue que antiguos enemigos de la jerarquía
de Clarín como Ricardo Kirschbaum, vengan al pie. Como director de Crítica
había escrito: “ Es gracioso y patético verse corrido por izquierda por Clarín:
que el diario que convivió e hizo grandes negocios con los militares (Papel
Prensa, junto a La Nación), gerenciado por la señora que se sospecha
apropiadora de hijos de desaparecidos, que implementa el terror como política
laboral (no tiene, por ejemplo, comisión interna) sostenga en un artículo sin
firma que Crítica “moderó últimamente su posición sobre Kirchner” es tan torpe
que resulta cándido.
El
diario que montó ilegalmente Radio Mitre, que obtuvo Canal 13 del menemismo y
logró la fusión monopólica del cable con Kirchner nos acusa de falta de
independencia. Clarín no soporta que no le tengan miedo. Me hubiera gustado, al
menos, dar esta pelea con Roberto Noble, su creador, y no con su lobbista Héctor
Magnetto y el genuflexo señor Kirschbaum, cada día más encorvado por decir que
sí. Nada de lo que digan sobre nosotros cambiará la imagen que ustedes tienen
al mirarse al espejo."
Es ahí donde el periodista reciclado hoy trabaja, ejerciendo su
“periodismo profesional e independiente.”
Dispara
contra los periodistas de 6-7-8 a los que acusa de mercenarios, suponiendo que
sólo lo hacen por dinero, siendo como todos saben que él es un periodista
“amateur” que trabaja “ad honorem”. Los primeros no ocultan que defienden al
gobierno y no posan de “independientes” como lo hace el fumador impenitente.
No
me interesa buscar los motivos de los alineamientos, sino el reconocimiento que
están alineados. Los primeros teniendo que atenuar u omitir los batracios que
con frecuencia ofrece el gobierno, pero teniendo muchos hechos trascendentales
que exponer y defender con orgullo. El ex director de Página 12, diario
que lo ignoró injustamente en su 25º aniversario, tiene que defender
ahora causas innobles, negocios ensangrentados, que oportunamente él mismo
denunció.
Sobreactuando
como todo converso, la emprendió contra Victor Hugo Morales quien ignoró sus
bajezas durante mucho tiempo. Hasta que lo atacó a través de un libro de dos
periodistas uruguayos.
Más
allá de acusaciones descontextualizadas, sus patrones, y él reducido ahora a
ser un obediente fervoroso atacan al uruguayo no por lo que hizo o dejó de
hacer hace más de tres décadas en el Uruguay, sino por lo que hace desde hace
muchos años y fundamentalmente desde en los últimos cuatro en
la Argentina. Víctor Hugo podría dar vuelta la frase de aquella carta
mencionada en Crítica, contra Clarín, ahora en referencia a su autor: “Nada de
lo que digas sobre mí cambiará la imagen que tenés al mirarte al espejo."
Lanata
lo hace nada menos que desde un lugar cómplice de la dictadura
establishment-militar, que edulcoró notas sobre las campos de concentración,
que en ese período su accionista emblemática realizó adopciones irregulares y
su mentor operativo está acusado por Lidia Papaleo de amenazarla
a ella y a su hija para la entrega de Papel Prensa en contubernio con los
esbirros del terrorismo de estado. En un ámbito donde no se admite la representación
gremial. ¿ No sería un buen tema a tratar en Periodismo para Todos?
El
autor de estas líneas criticó sostenidamente a Víctor Hugo por sus posiciones
durante el conflicto entre el gobierno y las patronales del campo. Era una
diferencia ideológica y los señalamientos tenían intensidad porque dolía esa
actitud del conductor de “La Mañana”, en contraste con lo que era dable esperar
por la trayectoria del notable relator deportivo. Toda Radio
Continental se alineaba con la mesa de enlace, fiel a su slogan “La radio que escucha el campo argentino”.
Desde
nuestro programa radial “El Tren”, también señalamos algunas vacilaciones de
Víctor Hugo al lanzarse la discusión de la ley de medios. Pero luego se
autocríticó descarnadamente y en nuestro programa llegó a afirmar que “formó
parte de una patrulla infernal” durante la 125, que la misma horda de la que
formó parte, ahora lo ataca cuando pasó a defender medidas del gobierno con las
cuales coincide, desde el fútbol para todos a la estatización de las AFJP,
desde la ley de medios audiovisuales a la que luego defendió con la capacidad
argumentativa que lo caracteriza a la estatización del 51% de YPF, entre otras
medidas.
Su
lucha contra las prácticas y el monopolio del fútbol de Clarín es muy anterior
a la presencia nacional de los Kirchner. Víctor Hugo ha dado una explicación política de su cambio que no tiene correspondencia en el salto de vereda que ha dado Jorge Lanata,
que flojo de argumentos reemplaza los mismos por un arsenal de adjetivaciones e
insultos.
Si alguien tiene dudas sobre quién es quién en este
enfrentamiento, basta recordar las precisas declaraciones de Pablo Llonto,
periodista y abogado vinculado a las causas de derechos humanos: “Si viene
Victor Hugo a una asamblea de los trabajadores de prensa será abrazado y
aplaudido y si lo hace Lanata será silbado y repudiado.”
Por
otro lado, la voz disonante de Morales en una radio en la mayor parte
visceralmente antikirchnerista, sus problemas con los conductores que lo
anteceden y lo continúan, revela la profundidad de sus convicciones.
El
conductor de “Periodismo para Todos”, recoge sus apoyos, en cambio, en las
vacas sagradas del periodismo, fuertemente deterioradas desde el debate que
atraviesa al gremio. La línea editorial del programa de Canal 13 que centra el
fuego en los políticos, es coherente al punto que incorpora la diatriba hasta
en la publicidad del programa. “Pobres políticos no pueden descansar
tranquilos, el sábado Jorge Lanata y el domingo Sebastian Borenstein” dice uno
de ellos.
El
poder económico queda indemne y oculto. En otro afiche, bajo la fotografía de
los ojos de Lanata, se lee: “ No somos kirchneristas, no somos macristas,….
somos periodistas .”
Es el mismo truco que realizan los gestores de
negocios, que posan de economistas neutrales y que por eso proponen el oximoron de una economía aséptica sin
“contaminación” política.
Las
contradicciones surcan la trayectoria reciente de Lanata atravesada por un odio a flor de piel. Mientras se dispensan
mutuos elogios con Samuel Gelblung, periodista símbolo de complicidad con la
dictadura en el pase en Radio Mitre, es firmante de un manifiesto de
pretendidos intelectuales donde se convierte en abogado de los kelpers. Ahí
puede leerse “En honor de los tratados de derechos humanos incorporados a la
Constitución de nuestro país en 1994, los habitantes de Malvinas deben ser
reconocidos como sujeto de derecho.
Respetar
su modo de vida, como expresa su primera cláusula transitoria, implica abdicar
de la intención de imponerles una soberanía, una ciudadanía y un gobierno que
no desean.”
Tiempo
después escribió una carta a la Presidenta, por haber concurrido a los festejos
de los 25 años de Página 12 y no haber salvado la omisión de la empresa al no
recordarlo como fundador. La misma concluye: “Con el respeto que me impone su
investidura, pero sin ningún respeto personal me despido.” Como puede
apreciarse, Jorge Lanata, aquél periodista que fue referente durante mucho
tiempo para muchos jóvenes que se iniciaban en la profesión, pide respeto
para los kelpers, el mismo que no tiene para la presidenta de su país.
Según
el venezolano Modesto Guerrero: “el lanatismo es la
enfermedad infantil del periodismo”.
La
nata, eso que quedaba sobre la superficie láctea en épocas de leche sin
pasteurización, es el remanente que aflora de aquel periodista que ahora padece
de encopresis.
NAC&POP
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