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jueves, 13 de enero de 2011

Ricardo Casal, el "Nodoyuna" bonaerense

En el Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, la interna policial, sigue siendo una cuestión del día a día, y el Superministro en lugar de enfrentarla sigue mirando para otro lado, simplemente porque cree que su guerra no es la interna policial, sino la que mantiene con la Ministra Garre

Corrían los primeros días del año 2011 y la provincia de Buenos Aires veía como una ola de inseguridad, que iba ganando las tapas de los medios de comunicación, hechos que originaron un importante grado de nerviosismo en el Gobierno, a sabiendas de que no eran hechos casuales, sino parte de una interna policial donde todos se tiran con los muertos ajenos.

Mientras tanto, Ricardo Casal, el Superministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, descansaba plácidamente en la reposeras que había puesto en el frente de su casa de Pinamar, frente al balneario CR, donde se lo veía distendido y alegre, con una vista hermosa del mar. Era lógico, estaba seguro, tiene una hermosa casa, producto de su trabajo de abogado, y cuatro custodios de la Bonaerense, que es tán con él, a los que les alquiló una casa contigua para que estén cuidándolo en sus días de descanso en la Costa.

Unos días antes de Navidad lo telefoneó uno de sus asistentes para comentarle que había recibido un llamado de Gobernación preguntándole si “… los informes que mandaba todos los días Paggi al Gobernador también debía mandárselos a la ministra Garré…”. El ministro Casal estaba desconcertado, porque la primera pregunta que le realizó a su asistente fue: “¿De qué informes me hablás?”. El asistente no le contestó, sólo le dijo que no sabía, que le habían transmitido eso, y que quería saber si le pasaba el teléfono y el mail de Garré al jefe Paggi. El Superministro Casal, después de varios gritos, le dijo que no, que no pasara ningún dato sin su previa autorización.

Ricardo Casal, un rato después, en soledad, se dio cuenta de la gravedad del hecho: lo estaban puenteando. Todos los días le pasaban un informe con el tema de seguridad al Gobernador que él no recibía, y ahora, no sólo eso: ese informe también lo iba a tener su archienemiga Garré.

En ese instante el ministro comprendió por qué muchas veces el Gobernador lo llamaba para preguntarle por algún episodio de inseguridad, y no entendía cómo se enteraba Scioli de ese hecho, si él no se lo había contado. Casal se conformaba pensando que la gente de prensa del Gobernador era mejor que la de él. Lo que no sabía era que antes de llamarlo a él por los hechos de inseguridad, lo llamaban al Gobernador; ahí comprendió que siempre se enteraba después.

Ante esta situación, el ministro Casal, un hombre rápido de reflejos, decidió tomar el toro por las astas y darle una solución rápida, propia de un hombre de acción.

Tenía dos opciones. La primera, enfrentar a Paggi, por los informes que pasaba sin su autorización, despedirlo, y decirle que el ministro es él, y no otro, y que la información sólo se la debían pasar a él. La otra opción era echar al mensajero para que nadie se enterara de la situación comprometida en la que estaba. El ministro Casal tomó la decisión más fácil y menos traumática de todas, la decisión que no lo obligaba a dar ningún tipo de explicación, y la que él pensó que a ningún subsecretario le importaría, y que no lo enfrentaría con Paggi ni con el Gobernador, y mucho menos con Garré. Casal cortó por lo sano: echó al pobre “Mensajero”, que lo único malo que había hecho era tratar de avisar a su jefe del pedido de Gobernación.

El ministro Casal recordó sus años de juventud mirando Los autos locos, donde el intrépido de Pierre Nodoyuna, junto con su fiel asistente Patán, trataban de atrapar al Palomo Mensajero, mientras que, con su distracción, Penelope Glamur ganaba la carrera.

Mientras tanto, en el ministerio los informes se siguen pasando, y el min istro siempre se entera en segundo término de las cosas, si es que se entera. La guerra interna entre la cúpula sigue estando, y el asistente del ministro, “El Mensajero”, es un desocupado más que anda buscando trabajo.
Por Mario Baudry

mariobaudry@multimedioscna.com

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